Wiki José Salazar Cárdenas
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Cuando hacemos retroceder nuestra memoria y en su imaginaria pantalla aparecen remembranzas de sucesos idos, de tiempos que pasaron, de hechos memorables y realizamos un recorrido retrospectivo de nuestra vida, estamos recreando un pasado que nos trae añoranzas familiares, recuerdos gratos y dulces o tristes y amargos, formando su conjunto el arcón donde guardamos el tesoro de nuestras vivencias.

Los lugares, las construcciones de una ciudad o de un pueblo, a través del tiempo hacen su historia por haber sido escenario de hechos notables, acontecimientos relevantes o sucesos infaustos y que ahora son silentes testigos.

Si recordamos el pasado, nos parece escuchar los ecos de la vida cotidiana, los repiques alegres de las esquilas que en sus ladinos sonidos parecen oírse el canto de los pájaros; las voces y los murmullos, el gozo y el júbilo de las risas infantiles, los pregones callejeros, la queja del golpeteo de los yunques; por las madrugadas el alegre canto de cientos de gallos y los estertores de los molinos de vapor que molían el nixtamal; el ronquido de los motores cuando apenas en la lejanía del horizonte de Tecomán comenzaban a brillar con luz pálida, los primeros destellos del acelerado progreso. Vemos las casonas de amplios zaguanes, de puertas y ventanas abiertas, la tranquilidad de sus moradores, sin ansiedad, sin prisas y su inocultable alegría de vivir. Cuando los rayos del sol comenzaban a manchar de cobalto las altas rocas de los cerros y después del último sobresalto sangriento del disco de lumbre que desaparecía hundiéndose en el océano y ante celajes crepusculares, las primeras sombras de la noche se cernían haciendo visible la estrella de la oración y el luminoso camino de Santo Santiago.


Dr. José Salazar Cárdenas



Tecomán, Col. 1998

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